“Fue como dicen que es el infierno”

Lautaro tiene siete y Joaquín nueve años. Junto a su mamá y su abuela fueron privados de la libertad durante las seis horas que los gendarmes hicieron lo que quisieron en la Pu Lof de Cushamen, los mantuvieron cautivos en la misma casilla de guardia donde había dormido Santiago Maldonado. “Tienen muchas metralletas, están preparados para un allanamiento. Empezaron a quemar ropa de compañeros, sillas, nuestros juguetes, todo. Balazos y gas lacrimógeno. Es como lo que dicen que es el infierno. Cuando lo veo a Santiago sentí como orgullo y lo dibujé. Lo mataron obviamente los policías”. Con sus palabras y sus dibujos contaron lo que vivieron el 1 de agosto al colectivo El Paso (www.elpaso.com.ar), un grupo de comunicadoras y comunicadores que relevaron pasado y presente de once de las comunidades mapuche de la Patagonia que vienen recuperando territorio desde los años ‘90. “Somos como un ciprés o un coihue, somos nativos, mapuche quiere decir  hijos de la tierra. Y la tierra se está lamentando porque vienen a asesinarla, y a nosotros también”, cuentan los que dieron testimonio en ese trabajo interactivo que busca ser un primer paso en el acercamiento hacia estos pueblos originarios atravesados por el hostigamiento, la represión y la desaparición forzada. En 2003 desapareció el joven mapuche Iván Torres, por cuyo caso la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA condenó en 2011 al estado argentino. Dos años más tarde Cristian y Genaro Calfullanca se sumaron a una lista de 145 desaparecidos mapuche, según precisó la activista Moira Millán.

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Facundo Jones Huala anunció que hacía huelga de hambre para exigir el fin del hostigamiento a los jóvenes mapuche que el 25 de noviembre bajaron el cuerpo moribundo de Rafael Nahuel del cerro en la Lof Lafken Winkul Mapu, en Villa Mascardi, La incursión de Prefectura sucedió dos días después de un violentísimo procedimiento de desalojo, que incluyó torturas a una niña mapuche, una machi (sanadora), a quien obligaron a comer tierra. Pero el lonko también había dejado de ingerir líquidos porque sus carceleros del Servicio Penitenciario no le permitían realizar la ceremonia del Wiñoy Tripantu –el año nuevo indígena o más bien el inicio del acercamiento de la Tierra al Sol– de acuerdo a la práctica de sus rituales ancestrales, que implicaba la entrada al penal de un número determinado de personas, un fogón, una conversación entre ancianos y jóvenes, cantos y juegos, a la espera del lucero del alba. Entre los elementos autorizados para ser ingresados a la cárcel de Esquel había cuchillos, y allá fueron los voceros oficialistas a burlarse.

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Poco importa detenerse en ellos. Parecía una nimiedad el pedido del lonko. incluso en comparación con las batallas que venían librando. Su mamá Isabel y su compañera Andrea explicaron entonces que era como ir a Misa de Gallo en soledad, o hacerlo sin permitirle comulgar. En ese momento el patrón de pensamiento dominante crujió ante la evidencia de la complejidad del escenario donde transcurrió uno de los crímenes de Estado de mayor resonancia de las últimas décadas, que trasciende militancias y minorías intensas.

 

Entender cabalmente lo que pasó con Santiago implica transmutar la propia mirada, aunque no sea con empatía al menos con la mente abierta. Estaba por deseo propio en territorio mapuche, un pueblo originario que con hondas de revoleo disputa ese espacio al gigante de los United Colors. Ese grupo resolvió recuperar su identidad a través del regreso a su lugar de origen, los jóvenes dejaron los barrios marginales de las ciudades y se entregaron a un nuevo modo de vida que incluye abstenerse del alcohol y otras sustancias que alteran el estado de conciencia, que ellos mantienen alerta por su vínculo con la Mapu (madre tierra). El costo comenzaron a pagarlo a poco del inicio de la recuperación territorial, en 2015, y con la llegada de Cambiemos se convirtieron en el enemigo interno perfecto, víctimas de la misma represión estatal que alcanzó al Brujo. Balas de plomo y procesos judiciales los castigaron a pesar de que cubrieron sus rostros para no ser identificados. A un año de la desaparición de Maldonado, los pobladores de la Lof en Resistencia tienen decenas de causas abiertas –algunas iniciadas incluso antes, cuando los reprimieron en enero de 2017–, les aplican el Código Penal por ejercer su derecho a la protesta. En el expediente por la represión de noviembre en Villa Mascardi, ocurrida el mismo día que en 25 de Mayo velaban a Santiago, quedaron imputados Fausto Jones Huala y Lautaro González, quienes bajaron el cuerpo de Rafita, y el prefecto Javier Francisco Pintos que le disparó por la espalda sigue libre.

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Los gritos de dolor de los mapuche cuando el cuerpo de Maldonado apareció literalmente delante de sus narices, en una parte del río Chubut donde buscan el agua cada día para cocinar y beber (muchos de los demás 800 kilómetros que tiene de extensión los controla Benetton), nacieron de sus entrañas porque el Brujo había sido por algunos meses parte de ellos. No estaba en la Lof de paseo o haciendo un estudio antropológico, acudió porque los jóvenes weichafes (guerreros) tenían a la mitad de los suyos presos en Bariloche luego de la represión a la protesta por el mes de prisión de Jones Huala, cuando la policía estrelló contra las rejas el rostro de su prima Romina y le partió los dientes. La muerte de Santiago no los puso en la mira, ya estaban marcados, aunque dio una visibilidad a su reclamo que jamás hubieran imaginado. También superó su capacidad de respuesta. Fueron tan intensos aquellos primeros días cuando Santiago Maldonado estaba desaparecido, que el miedo se mezcló con la desconfianza hacia la justicia huinca (blanca), los envolvió en un torbellino y los hizo trastabillar. Tuvieron que responder ya no a la maquinaria del gobierno sino a la familia Maldonado, hacer su aporte para esclarecer qué pasó en la orilla del río. Aún quienes respetan y comprenden sus creencias y su lucha esperan que completen esa tarea, que quedó trunca. Ellos contestan que aunque vuelvan a hablar no les creen.

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Además de Matías Santana al menos seis de jóvenes mapuche habrían visto que se lo llevó un camión de Gendarmería, pero ese testimonio en la causa aún sigue sin ser respaldado por los demás. En lugar de cuestionar que los gendarmes lavaron los vehículos, el gobierno y sus comunicadores estrella levantaron el dedo para cuestionarlo y estigmatizarlo. Con la aparición del cuerpo el 17 de octubre el oficialismo, que había negado inicialmente su presencia en el lugar, consolidó la versión de que siempre estuvo ahí, sumergido en un pozo. Es más fácil culpar a las víctimas y acusarlas de mentir para ocultar que tampoco hay explicación lógica sobre los cuatro procedimientos previos en ese mismo lugar, que dieron negativo. Cambiemos y sus chupamedias festejaron cuando apareció el cadáver, dos días antes de las elecciones. No era para menos, se desinflaba así la presión internacional y local por su desaparición. Pero hasta hoy no dieron una sola explicación que quite a la familia decenas de dudas que abonan su sospecha de que ese cuerpo no estuvo allí 78 días.

Si acaso concediéramos que Maldonado estuvo en ese pozo y no en manos de los verdeoliva, está más que probado en la investigación que a las once de la mañana del 1 de agosto los gendarmes lo perseguían hasta el río a menos de un minuto de distancia. Como dijo su hermano, en cualquier escenario el Estado sigue siendo responsable, el operativo ilegal y la flagrancia inventada son hechos ya comprobados.

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Contagia la cosmovisión que apunta al buen vivir en armonía con la naturaleza, le pasó a los amigos blancos de los mapuche, wenüy, que armaron una red de apoyo a las comunidades indígenas de la zona, y que actualmente también están criminalizados, amenazados y perseguidos. Le pasó a Maldonado, por eso detuvo su marcha de mochilero y se quedó en El Bolsón, a vivir en una biblioteca anarquista.

«Un gendarme casi me mata»

Pagina/12 accedió a una declaración del músico Nicasio Luna, quien detalló la persecución de Gendarmería del 1º de agosto.

“Mientras escapaba veo a Santiago corriendo hacia el río delante de mí con su mochila puesta, y personal de Gendarmería que nos seguía desde atrás, cuando llegamos al río nos insultaban, nos tiraban piedras y uno me apuntó con la escopeta mientras otros gritaban ‘fuego libre’”. Esta frase es parte del relato de lo que vivió Nicasio Luna, el payador chileno que estuvo en la Lof en Resistencia de Cushamen durante la represión del 1 de agosto, cuando Santiago Maldonado fue visto por última vez con vida, y es parte de una declaración espontánea que presentó ante las autoridades de ese país. Decidió hacerla pública, en forma exclusiva a través de PáginaI12, porque dice que su familia fue víctima de amedrentamientos por parte de la Policía de Investigaciones chilena. Aunque sabe que el hermano de Maldonado había solicitado que sea citado a declarar, Luna explica que no volvió a Argentina porque no estarían dadas las garantías sobre sus derechos por el nivel de conflictividad generado en torno a las demandas de las comunidades mapuches. Sin embargo, enterado del requerimiento para atestiguar en la causa acudió a la Defensoría y al ministerio de Derechos Humanos de su país. El resultado son nueve carillas que confirman lo que sostiene Sergio Maldonado: más allá de los resultados de una pericia forense, Santiago murió escapando de medio centenar de gendarmes armados.

“Así como en Chile, en Argentina el conflicto mapuche de la Araucanía ha hecho una escalada que está vulnerando derechos”, dijo a PáginaI12 Juan Francisco Pulgar Castillo, el abogado que acompañó a Luna en su declaración ante el Servicio de Víctimas de Criminalística Forense.

En noviembre este diario informó que sus documentos y efectos personales habían quedado entre los elementos secuestrados por los gendarmes tras la represión en Cushamen, y que cuando se presentó a retirarlos el juez federal Guido Otranto lo dejo ir sin interrogarlo. Cuando aún Maldonado permanecía desaparecido, su hermano Sergio le envió un mensaje a Luna para contactarlo y le preguntaba si había estado en la Lof a fines de julio. Pulgar Castillo le respondió explicando la falta de garantías para aportar su testimonio, a lo cual Maldonado contestó que el juez del caso llamaría a Nicasio. “Esa situación nunca ocurrió y tampoco hubo más mensajes”, precisó el abogado. En la última ronda de citaciones, el juez federal Gustavo Lleral incluyó a Luna, a partir del video que presentó la abogada Verónica Heredia, con el programa de la televisión chilena Informe Especial, donde el músico cuenta haber estado en la represión junto a Santiago. Sin embargo, a Luna no le llegó la notificación formal sino un operativo en el que su madre fue intimidada.

La defensa de la tierra

El relato de Luna coincide y se complementa con los testimonios mapuches de la causa. “Seguí a uno de los muchachos de la comunidad porque no conocía la zona, y cuando llegamos al río la única opción de no ser capturado por los gendarmes era lanzarme al río y cruzarlo, a pesar de no saber nadar. Me ayudó sostenerme de las ramas de sauce, quedé agarrado hundiéndome a unos cuatro metros de la costa, en ese momento llegaron cuatro efectivos de Gendarmería y me vieron que estaba inmovilizado en el agua. Comenzaron a insultarme y a lanzarme piedras, y uno de ellos me apuntó con la escopeta que portaba, mientras el superior que estaba con los escopeteros le decía ‘fuego libre’, pero quien portaba el arma no lo quiso hacer o simplemente se le trabó”, dijo Luna sobre lo sucedido segundos después de que se separó de Maldonado.

“Como payador vivo viajando a Argentina, mi último ingreso fue el 11 de julio, paso internacional Bolsón”, relató. Tres días después participó de un encuentro de payadores, y quedó varado en Bariloche por un fuerte nevazón, donde fue acogido por la comunidad Colan Nahuel. El 28 de julio estuvo en la peña por la liberación del lonko Facundo Jones Huala, organizada en El Bolsón por FM Alas. “Cuando terminé de cantar se acercaron a felicitarme personas que no conocía, después supe que uno era Santiago”, detalló. Al día siguiente participó de una marcha en Esquel por la misma causa, que fue reprimida. “El 30 Claudina Pilquiman me invitó a visitar su comunidad, yo portaba mi mochila negra marca Extreme que contenía una bombacha negra, polera bordó, un cuchillo, dos manzanas, una libreta donde escribo mis versos, ropa interior, cepillo de dientes, mi celular, cédula chilena y 500 pesos”, describió Luna. Son los mismos elementos detallados en el acta de Gendarmería que secuestró sus pertenencias, según el expediente de la justicia federal de Chubut. Aclaró que “nunca prestó su teléfono celular a nadie de la comunidad”, y que dejó la mochila en la casilla de guardia de la Lof.

“En Bolsón subió Santiago, con otra persona. Lo llamaban Brujo. El corte de la ruta 40 fue a las 11 del 31, se me solicitó cubrirme el rostro para evitar ser reconocido por las fuerzas policiales, ser perseguido y sometido a represalias, esto basado en hechos anteriores que contaban los integrantes dela Pu Lof. Se hicieron barricadas y se entregaba información a los automovilistas, sin incidentes con la policía”. Luna dijo que habló con Maldonado, quien le contó que “compatibilizaba con la causa porque era la lucha por la defensa de la tierra”. Más tarde cuando Gendarmería quiso desalojarlos fue recibida con piedras, pero Luna destacó que ni él ni Maldonado las arrojaron. El músico chileno relató que esa noche no pudieron dormir porque “desde camionetas blancas efectuaron disparos hacia la Lof”.

Cerca de las 11 del 1 Gendarmería desplegó un camión y camionetas, y ellos retomaron el corte de la ruta 40. “Sólo tenía para mi defensa una onda de revoleo, igual que Santiago, pero sabíamos usarla, los de Gendarmería disparaban escopetas y pistolas. En ese momento más de 50 avanzaron, una camioneta se nos venía encima a toda velocidad, quedé cerca de la guardia donde se refugiaban dos mujeres con niños”. Tal como ya contaron los jóvenes mapuches, los gendarmes cortaron el candado de la tranquera “y se lanzaron para apresarnos, por eso corrimos hacia el río Chubut porque no había hacia donde escapar”. Luego de mencionar el intento de fusilamiento del que fue víctima, Luna dijo que se atrevió a cruzar el río. “Me dio la mano un joven, nos refugiamos con otros muchachos, y Matías Santana comentó que vio a los gendarmes llevarse al Brujo con sus binoculares”.

Desde el cerro el músico observó que habían quemado las pequeñas construcciones de la Lof. Cerca de las 18 volvió a buscar su mochila, y las mujeres le dijeron que los gendarmes la habían revisado y se la llevaron. Luego salieron a buscar al Brujo, “especulando con que podían habérselo llevado los gendarmes, como vio uno de los muchachos”. Al día siguiente de la represión, “llegó la vocera del Pu Lof Soraya Maicoño quien nos dijo que un periodista informaba que la persona desaparecida era Santiago Maldonado, siendo que la comunidad sólo lo conocía como Brujo, este hecho nos confirmaba que había sido capturado por Gendarmería, no sabíamos de qué otra forma pudo haberlo identificado el periodista, pero así lo posteó en Facebook”, dijo Luna. Este dato también fue revelado por PáginaI12, y Bustos fue interrogado como testigo pero nadie le preguntó cómo supo lo que escribió.

Luego de cinco días, Luna acudió a buscar sus pertenencias al juzgado de Otranto, pero sólo le devolvieron la cédula y el dinero. El 2 de octubre su padre le informó que la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) lo buscaba en Cochrane por el caso Maldonado y habían interrogado a su madre. Entonces viajó a Talca para contactar al perito forense Francisco Pulgar Castillo “el cual es mi amigo, para pedirle asesoría”. Este profesional pertenece a la Defensoría Penal Pública de esa localidad.

¿Por qué ahora y desde Chile?

“Adjunto mi testimonio prestado de manera voluntaria que he entregado al Instituto de Derechos Humanos y a la Defensoría Penal Pública, para resguardarme de eventuales apremios que ya sufrieron mis familiares”, expresó Luna desde Chile. “La idea es terminar con las especulaciones sobre Nicasio, tales como el uso de su teléfono por parte de Santiago Maldonado”, apuntó Pulgar Castillo, quien como perito intervino en casos de resonancia en ese país. “La entrevista a Nicasio Luna es una declaración extra judicial, pero más allá del formalismo da cuenta de su actuar en tierras argentinas y chilenas. Por el nivel de conflictos que viven las comunidades mapuches con sus respectivos Estados, claramente genera incertidumbre sobre la trasparencia de las diligencias, lo que se corrobora acá en Chile por el actuar intrusivo de la PDI en la casa de Luna, sin una orden judicial”. El payador dijo que la PDI entró a casa de su madre “por si me encontraba escondido, también acudiendo al trabajo de ella generándole el perjuicio correspondiente”. Y agregó: “Todos mis movimientos dentro y fuera del territorio nacional los hice por pasos habilitados y controlados por la policía chilena y argentina. He participado en programas de radio, televisión y encuentro de payadores, lo cual consta en mis redes sociales”. Finalmente, en la carta que envió a esta periodista apuntó: “Espero una nueva citación de la PDI de Coyhaique o de la Fiscalía de los Lagos para responder un presunto cuestionario enviado por la justicia argentina, pero por transparencia le adjunto mi testimonio”.

Los Maldonado y las querellas sabían de la existencia del payador pero cada vez que preguntaban por él les decían que estaba perdido, que nadie lo encontraba. Ahora que apareció está en manos de la diplomacia y los exhortos judiciales que su relato llegue, finalmente, al vapuleado expediente del caso Maldonado.

(foto Informe Especial TVN)

El crimen perfecto

 

La utopía reaccionaria de los Macri y las Bullrich

Por José Ernesto Schulman (LADH)

Columnista invitado de Ojos Vendados

Autor foto: Matías Santana, mapuche, diez minutos antes del hallazgo del cuerpo sin vida de Santiago Maldonado, el 17 de octubre de 2017 a las 12.15 (Crédito MSGZAM publicada originalmente por Página12)

En uno de sus cuentos políticos, Eduardo Rosenzvaig[1], relata que los chicos de una clase de arte, en un lejano pueblo tucumano, le explican que el crimen perfecto sería aquel que nadie pueda creer que se cometa. Que sea tan obvio y tan brutal, tan grave y tan cargado de consecuencias históricas, que nadie pueda creer que se pueda cometer.  Como si alguien dijera que se pueden desaparecer treinta mil personas, mujeres, hombres, niñas y niños, desde obreros y guerrilleros hasta sacerdotes y madres de otros desaparecidos, delante de una sociedad entera que no veía nada. Solo que ya no estaban.

El crimen de Santiago Maldonado por parte de la Gendarmería Nacional, bajo el mando conjunto de Pablo Noceti, jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad y el Comandante Mayor de Gendarmería Diego Balari, jefe de la agrupación Chubut es tan “monstruoso” que la “razón democrática” se niega a verlo.

Macri es quién mejor utiliza la monstruosidad de su acción, una y otra vez dice «Para mí es tan inocente un gendarme como un ciudadano común. Es imposible que este gobierno, electo democráticamente, haga desaparecer a nadie. No podíamos condenar a la Gendarmería sin tener suficiente información» a lo que el todoterreno Lanata comenta y amplifica:  “¿Realmente pensás que Macrì tiene un plan sistemático para que la gente desaparezca? Que la Gendarmería con un mapa dijo vamos a secuestrar veinte mapuches y los metemos en un pozo y los vamos increíble, hijo matando? La campaña internacional con esto es de un cinismo de puta y cínico”.

Por razones que desconocemos, pero que por el resultado electoral y político logrado, podemos imaginar, el bloque de Poder que actuó en la secuencia: represión en Cushamen del 1º de agosto, desaparición de Santiago, interminables mentiras y agresiones contra Santiago, su familia, los movimientos de derechos humanos y todo aquel que no aceptara la mentira organizada por Bullrich y sus secuaces, decidió plantar el cuerpo de Santiago en el mismo sitio del que fuera visto por última vez por Matías Santana y emprender una nueva gran operación de encubrimiento, ahora con ropaje judicial.  Antes de seguir, vean que un periodista conchabado por el grupo Clarín, Ernesto Tenembaun, dice casi lo mismo: Toda la estrategia en el caso Maldonado estuvo guiada por Macri, aquel empresario que simpatizaba con la dictadura militar. El Gobierno respaldó en tiempo récord a la fuerza sospechada, desmintió una y otra vez a la familia del desaparecido, sembró versiones falsas sobre qué podría haber pasado, intentó crear un enemigo interno de dimensiones absurdas, involucró a la víctima con ese fantasma y trató de que el debate sobre la desaparición de Santiago Maldonado quedase tapado por la grieta que lo separa del kirchnerismo. En ese contexto, la ministra de Seguridad, al opinar sobre la década del setenta, consideró que «los demonios no eran tan demonios».

Macri, Bullrich y sus secuaces se aprovechan de nuestras propias conquistas.  Fue la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, con sus extraordinarias conquistas contra la impunidad de los Videla, Echecolatz y otros (pero no sobre la Curia, los dueños de Clarín y La Nación o los directorios del Ingenio Ledesma, Acindar, Ford y casi todas las multinacionales con intereses económicos en la Argentina, casi todos ellos tienen su representante en el gabinete nacional) la que lavó la mugre de la Corte Automática y los jueces de la “servilleta”, hundidos para fin del siglo pasado en la peor de las mierdas, resurgidos por obra de los juicios y la ingenuidad progresista que asignaba a la Justicia y al Gobierno lo que era conquista de la lucha de los sobrevivientes, los organismos de derechos humanos y la izquierda.

Macri, Bullrich y sus secuaces se aprovechan de la lucha democrática de nuestro pueblo y de la enorme confusión generada por alfonsinistas radicales y kirchneristas peronistas de que “esto” es la democracia.  “Esto” nunca fue democracia, siempre fue dominio encubierto de diversas capas de la burguesía, con más o menos subordinación al capital financiero y los imperios, pero nunca fue siquiera el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Si hubiera sido no hubiera desaparecido en meses. Hubiera sobrevivido como lo hizo Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. 

La Operación Encubrimiento calculó hasta el momento electoral.  Apostó fuerte a que ni siquiera la desaparición forzada cambiara los ejes del debate y una vez que estaba seguro de eso lanzó la fase final de afirmar que Santiago se ahogó solo.  Como si el Río Chubut fuera el Caribe y Cushamen una playa de veraneo sofisticada.  Como en un pase de magia, todo consiste en que la mirada se fije en el lugar equivocado: en el cuerpo sin vida de Santiago y no en la represión de Gendarmería sobre los mapuches, la persecución hasta el río y el intento de Santiago y Matías de cruzar el río Chubut.  Descontextualizar siempre es el camino de la falsedad, el encubrimiento y la mentira.  De pronto se olvidaron que Santiago había muerto en un enfrentamiento armado o intentando cruzar a Chile, o que estaba en Chile, en Tierra del Fuego, en Entre Ríos, en San Luis y en tantos otros lugares.

Ahora solo se trata de lo que digan los forenses, como si los cuerpos hablaran como dijera un supuesto experto en estos temas.   Para nada, los cuerpos no hablan.  Los que hablan, los que piensan, los que razonan, los que utilizan instrumentos tecnológicos y científicos son los hombres y no existe hombre sin cultura, sin ideología, sin marco conceptual previo.  Es paradójico, los cultores del new age y la banalidad como bandera, se ponen el uniforme de científicos y pretenden que no hay ninguna discusión más que la de los médicos que practican la autopsia.  Por suerte, lo que no dicen los organismos de derechos humanos querellantes lo dice la abogada de la familia Maldonado: “Vamos a seguir sosteniendo que hubo una desaparición forzada seguida de muerte, y es el Estado el que debe demostrar eventualmente que no fue así” para aclarar que “si las pruebas marcan lo contrario no vamos a sostener en forma necia un tipo penal que no sea, el Estado debe decir por qué no es lo que venimos afirmando y en ese caso qué es pero a eso se llegará sólo con una investigación imparcial que todavía ni ha comenzado”. “Estamos pidiendo nada más y nada menos que una investigación imparcial e independiente, sobre todo independiente del Poder Ejecutivo. Imparcial respecto de las mismas personas que actuaron desde el 5 de agosto buscando en el mismo lugar, el prefecto Ruata dice que rastrillaron siete veces el río. Entonces, la aparición sin vida de Santiago en ese mismo lugar nos suma cada vez más preguntas, y las respuestas no las pueden dar quienes intervinieron el 1 de agosto, ni tampoco los que actuaron después en la investigación. Eso es lo que le estamos pidiendo al juez, porque el Poder Ejecutivo no puede investigar”.

Estamos ante un desafío de proporciones, la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado es un salto de gigantes en el camino de transformar un régimen de democracia formal, minimalista instrumental y sin consistencia económica social en algo mucho más reaccionario, elitista, clasista, patriarcal y racista, un gobierno autoritario con máscaras democráticas.  Impedirlo con movilizaciones que reclamen por una investigación independiente, como pide la familia, no es un problema metodológico sino el único camino para defender la verdad y las condiciones mismas de la lucha en la Argentina.  Es una lucha de subsistencia para la democracia argentina, pero también puede ser el comienzo del fin de los encubridores del crimen de Santiago. Depende de nosotros, de nadie más

 

 

[1] profesor, escritor e investigador tucumano, ganador de dos premios Casa de las Américas, hizo aportes extraordinarios al pensamiento crítico en muchos campos, especialmente el de la memoria. Sus libros “La oruga en el pizarrón” sobre Isauro Arancibia y “El sexo del azúcar” sobre la historia de los ingenios tucumanos son imprescindibles. Falleció a los sesenta años en 2011.

«Libertad a Facundo, que aparezca Santiago»

Matías Santana, hasta ahora el testigo más importante en la causa que investiga la desaparición de Santiago Maldonado, fue denunciado por la Gendarmería por haber arrojado una piedra que habría lastimado a Emmanuel Echazú. A su vez, éste es el gendarme más comprometido en el expediente por haber estado cerca del Río Chubut durante la represión del 1º de agosto, donde fue visto por última vez el joven artista. Sin embargo, los abogados de esa fuerza formalizaron la denuncia contra Santana ante el juez federal Guido Otranto, el mismo magistrado que fue apartado del caso y que además está denunciado penalmente por los abusos contra la comunidad mapuche cometidos durante el operativo del lunes 18 de septiembre. “Es parte de la persecución mediática y judicial, el principio de los montajes políticos”, dijo el joven mapuche en diálogo con PáginaI12, desde Esquel donde trabaja en los asuntos previos al juicio de extradición del lonko Facundo Jones Huala, de la Lof en Resistencia de Cushamen, a la que ambos pertenecen. Durante la entrevista dirá que, aún con el nuevo juez, no hay garantías para que más mapuches declaren, que pasó la noche del 31 de julio charlando con Maldonado, entre arroz con leche y disparos, y ratificará que aquel día enviaron un mensaje de texto que decía “se llevaron al Brujo”. Sus dichos coinciden con sus testimoniales: “Veo a tres efectivos de Gendarmería, dos de espalda y uno de frente, que iban golpeando al compañero, tenía puesta mi campera.”

(fotos Gustavo Zaninelli, operativo Gendarmería lunes 18/9)

Santana tiene 20 años, estudió hasta cuarto año de la secundaria y dice que lo echaron de la escuela “por rebeldía y por luchar por los que menos tienen”. Hace dos años con el proceso de recuperación del territorio, asumió el compromiso de reconocerse como mapuche. “Me planteo la vida mapuche que tuvieron nuestros abuelos, lo que la lucha demande porque son 130 años de opresión, necesitamos levantarnos y recuperar la tierra para poder vivir de una manera más digna”. Se crió en Esquel, trabajando desde chico y sufriendo la constante represión policial de los barrios marginales. “Crecí en el contexto del conflicto en esta ciudad para que no instalen la mega minería. En 2003 con un plebiscito con el 81 por ciento de los votos se decide que no iban a empezar a reventar el cerro. Tenía cuatro años, pero ya andaba en las marchas con mi familia, caminando en las calles y abriendo conciencias. En estos días estoy recorriendo comunidades para aprender de los viejitos, conversar con mi gente mapuche, profundizar en mi conciencia, me gusta leer mucho, estamos aprendiendo a vivir en el campo. Mi vida es la militancia, sólo me interesa ver lo que les falta a los demás, nuestra lucha es por el pueblo oprimido en general. Me gusta el punk rock y el heavy metal, música con conciencia. ¿El baile? Es una forma de mantener a los chicos bajo control y entretenidos”.

Matías Santana compartió dos jornadas con Santiago Maldonado. “Conversamos mucho y luego supe por los que ya lo conocían que él creía en una lucha anticapitalista. El 31 se cumplía un mes de la prisión política de Facundo Jones Huala, tenía que quedar en libertad. Reprimieron la manifestación del 29 en Esquel y la del 31 en Bariloche, donde se llevaron a nueve personas detenidas, y nosotros como último recurso de hacer saber lo que estaba pasando cortamos parcialmente la ruta. Santiago llegó un ratito antes de mediodía, poco antes del corte, para pedir por las personas detenidas en Bariloche”.

–¿Maldonado llegó con Claudina y Ailinco Pilquiman?

–Sí, con ellas. Aparece Gendarmería como a las 5 o 6 de la tarde, se paran en el cruce de la ruta 40 y la 70, se acercan algunos peñi, que son los hermanos mapuche, y ahí la Gendarmería dispara con escopeta. Hacemos uso de la autodefensa por este ataque. Nos leen la orden de desalojar por altavoz, pero a las ocho ya estábamos adentro del territorio y Gendarmería nunca apareció. Habíamos dejado un pino, y lo sacaron como a las cuatro de la mañana, y a las seis y media volvieron con toda la furia de reprimir y empieza a disparar hacia adentro del territorio. Nosotros volvemos a recurrir a la autodefensa.

–¿Durante la noche también hubo disparos? ¿Estuvo con Santiago?

–Santiago pasó la noche en la casilla con nosotros, y hasta el momento de su desaparición se mantuvo en ese puesto de guardia, donde siempre hay gente por cualquier movimiento raro que haya en la ruta. Esa noche conversamos, compartimos unos mates, comimos un arroz con leche, teníamos la preocupación de no saber qué estaba pasando en Bariloche con Facundo. A las seis y media bajan tres camionetas y un Unimog, bajan unos gendarmes y nos empiezan a reflectorear, es decir, a prender luces hacia adentro del territorio, y donde veían un bulto disparaban, por eso nos defendemos con la honda de reboleo y piedras. Fueron unos quince minutos. Ya a la mañana cuando llega Soraya le contamos que nos estaban provocando, y arriba ya estaba la Gendarmería sobre la ruta 40, en el cruce de El Maitén, volvemos a la ruta cerca del mediodía y esa es la represión más fuerte que pasan las imágenes en los medios. Baja la camioneta primero, rompe la fila que nosotros habíamos formado y logran repeler a los peñi adentro del territorio, y entran con todo. Se escuchan disparos todo el tiempo.

–¿Con qué disparaban?

–Hubo disparos de 9 milímetros, venían ocupando todo lo ancho de la ruta, y los que estaban del lado de la banquina, en una parte que hay monte, de ahí venían algunos con esas armas, nos damos cuenta enseguida porque no es la primera vez que nos reprimen y sabemos diferenciar el ruido. Pegamos el grito “están tirando con nueve”, y se cierra el grupo, y ahí la camioneta sale a toda velocidad rompiendo la fila de los peñi de la ruta, y ahí es que corremos a los gritos. Fue todo rápido pero pasó de todo, uno lo que atina es a seguir tirando piedras y tratar de que no entren a tu territorio, porque una vez que entran sabemos lo que pasa, no es la primera vez que rompen y queman todas nuestras cosas.

Los gendarmes incendiaron las casillas, rompieron juguetes, tajearon colchones y arrojaron todo lo que quedaba al río.

“Ahí veo un panorama general de todos mis peñi, hasta que se me atraviesa un Unimog en la tranquera, viene uno con un escudo y escopeta, patean entran todos luego de romper en candado. Traté de resistir un poquito más, pero ya estaban todos adentro. Iniciamos el repliegue hacia río. En ese momento lo cruzo a Santiago que iba a la casilla, le digo ‘por ahí no’, y yo sigo corriendo

–¿Quería buscar su mochila? ¿Ahí lo ven las lamien (hermanas)?

–Sí, cuando conversamos me enteré de eso, buscaba su mochila y su campera negra. Bajo por el río, lo costeo hasta un corral donde tenía el caballo atado. Cuando voy llegando escucho la voz de alto ‘quédate quieto, estás detenido’. Entonces me subo rápido, apretó la cincha y vuelvo a tomar el camino como volviendo, pero ya por arriba. El río está en bajada, hay como un pequeño cerro, yo subo al camino y en ese momento veo a tres efectivos de Gendarmería, dos de espalda y uno de frente, agachados, que iban golpeando al compañero. Lo afirmo porque era la campera que yo le había prestado ese día a la mañana. Ahora lo marcan a Santiago en el video el 31 con un círculo, donde claramente lo identifican. Por eso nos cambiamos la ropa, para no ser identificados por el poder político y judicial, porque sabemos que  vamos a terminar todos con causas. Habíamos decidido eso para cuidarnos. Cuando veo que van subiendo por el camino que yo bajé, y tres lo van golpeando con los puños. Viene un escopetero y me empieza a tirar, yo trato de tomar carrera con el caballo pero como viene otro también disparando pego la vuelta y me voy para el río, y cruzo. Me encuentro con los chicos que habían cruzado del otro lado, me preguntan si había alguien detenido y les digo que sí. Y sigo hasta un cerro que está justo en la guardia vieja, desde ahí con unos binoculares de bolsillo veo que sale el Unimog muy rápido, hasta el cruce de la 40 con la 70, ahí aparece otra camioneta blanca y hacen el traspaso, sale esa camioneta hacia Esquel. Lo reconozco por la campera y el pantalón negro que tenía.

–¿Hay más personas que puedan declarar esto que viste?

–Acá está claro que la justicia no busca a Santiago sino reconocer a integrantes de la comunidad para seguir persiguiéndolos. No tenemos ninguna garantía, tengo un auto de la policía y de Gendarmería parado a dónde me esté quedando, me siguen todo el tiempo, estuve trece horas precintado y fui golpeado en el último allanamiento del lunes 18.

Ese día el juez federal Guido Otranto encabezó un mega procedimiento con unos 400 uniformados, drones y helicópteros, en Cushamen y en Vuelta del Río. Santana y otro testigo estuvieron medio día en el piso, no los dejaban ir al baño ni comer, los ficharon mientras los acusaban de ser terroristas, e incluso cuando el juez la se había retirado los miembros del GEOP (Grupo Especial de Operaciones Policiales) casi fusilan a varios mapuches que llegaban desde el bosque y la ruta. La causa penal que Santana inició contra el magistrado, en la fiscalía federal donde su esposa es secretaria, no prosperó. Al día siguiente, cuando Otranto tuvo que recibir a la comunidad de Vuelta del Río que había ocupado su juzgado les dijo que el motivo del procedimiento era que los mapuches son sospechosos de haber tenido en su territorio a Maldonado. Oficialmente, el allanamiento era para secuestrar elementos de valor para la causa, lo cual finalmente consistió en dos mochilas y dos celulares.

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Una vez del otro lado del río, los peñi se secan prendiendo fuego, y con un celular que estaba allí enviaron un mensaje de texto a una lamien que estaba ubicada en la tranquera con el mensaje de que se habían llevado al Brujo. “No es la primera vez que nos reprimen, ya sabemos cruzar el río con temperaturas bajo cero, tenemos herramientas para sobrevivir después de una situación como esa. Esa lamien es Andrea Millañanco, ya declaró y aportó el número, así que el Estado de una vez por todas tiene que investigar en lugar de perseguir a las víctimas”.

— ¿Qué pasó finalmente con los binoculares?

–Durante el rastrillaje de Gendarmería del 15 de agosto por orden de Otranto, que entraron con las fuerzas federales. Se los pasé ese día a un peñi porque ese día mi tarea era resguardar a los niños, y cuando él se tiró al río la corriente se llevó el morral donde los había puesto, ahí se perdieron. Unos binoculares de bolsillo se consiguen, si los quieren hacemos una vaca y los compramos. Pero volvemos a lo mismo, los intereses de la justicia y el poder político, no hay ninguna voluntad de solucionar el conflicto. Yo soy sincero con todos, no tengo nada que ocultar, pero diga lo que diga van a interpretar lo que quieran, es una guerra mediática de medios que responden al sistema capitalista y al Estado y obviamente van a querer ensuciar nuestra lucha de cualquier manera. Hay montones de luchas sociales que están siendo reprimidas y estigmatizadas por esos mismos medios. Tenemos argumentos para dar todas las luchas, la mediática, la jurídica y la política. La solución es política, y si siguen judicializándolo cada vez vamos a ser más.

–¿Cuál sería la solución?

–Conversar en igualdad de condiciones, con nuestras autoridades en libertad, que devuelven todo el territorio usurpado a la gente que empobrecieron. Se tienen que seguir levantando los pueblos.

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–El 1 de agosto cuando los reprimen tenían a nueve de sus integrantes presos en Bariloche ¿Le parece casual? ¿Qué querían?

–Sí, pero siempre estamos en inferioridad de condiciones. Querían matar a uno, quieren que tengamos miedo y dejemos todo lo que hicimos hasta este momento.

Santana está procesado en una causa por la que fue detenido el 27 de mayo. “No me da vergüenza decirlo, me acusan de abigeato, de robar vacas sin ningún vehículo, no tienen pruebas en mi contra, es todo parte de un montaje”. De hecho, tras la represión previa la policía había soltado los animales y los mapuches sólo intentaron tratar de recuperar algunos, que eran suyos.

–¿Cómo siguió su vida luego de dar testimonio?

–Me aferro mucho a mi gente mapuche, hay diferencias con quienes no tenemos acuerdo políticamente, pero en este momento hay que ser objetivos, sacar a Facundo de la cárcel y que aparezca el compañero Santiago.

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